miércoles, 20 de abril de 2011
Rumbo a Machu Picchu, donde se hace camino al andar
Por Bárbara Juri
La ansiedad y los nervios de la noche anterior no me dejaron dormir. La frase ”¿quién me mandó a hacer esto?”, se repetía en mi cabeza hasta cansarme. Es que El Camino del Inca, la caminata de cuatro días para llegar a las ruinas de Machu Picchu, se había convertido en un verdadero desafío para mí, allá por enero del 2009.
El micro que nos pasó a buscar a mis dos amigas y a mí para llevarnos hasta el punto de salida de la travesía llegó una hora más tarde. Listo, nos hicieron la cama, la empresa que contratamos es un fantasma, me dije. Pero finalmente llegó, y el guía reconoció: ”Tardamos porque la mayoría de los turistas son argentinos y son muy impuntuales, no estaban listos en sus hoteles”.
Por dentro, me alivié al saber que había compatriotas en la excursión y más aún cuando subí y Luis, un fotógrafo que guardó en imágenes los mejores recuerdos del viaje, dijo: ”Yo me quedo a mitad de camino”. ¡Sí!, siempre hay alguien más pesimista que uno.
Así fue como empezó la travesía. Después de un plato de fideos y la compra de un bastón –que sería una fiel compañía– empecé a caminar. El peso de mi mochila no fue un problema porque por 20 soles, un porteador se ofrecía a llevarla. Sin dudas, lo que más extrañé de mi país fue la comida.
La segunda noche, mientras esperábamos la cena en el campamento, vi que el cocinero perseguía a un gato. ¡No!, prefiero ni ver lo que como. Y así fue, la falta de luz fue una aliada para esos momentos y siempre quedará la duda de si lo que vi es lo que comí o fue pura ilusión.
La llegada a las ruinas, podría decir, fue un placer. Ahora, si me preguntan qué aprendí de los canales de riego, la producción inca o el descubrimiento de ese tesoro arquitectónico que estaba a mis pies, no recuerdo nada, paso, como dirían en el programa Feliz Domingo.
Me quedé maravillada con el paisaje intentando guardar en mi mente lo que veía a cada instante. Es el día de hoy que cierro los ojos y en el archivo de mis recuerdos vuelven a aparecer, junto al momento en que llamé a mi mamá para decirle: ¡Llegué, estoy acá arriba!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario