miércoles, 11 de mayo de 2011

Tandil, mezcla de sensaciones



Por Nicolás Sagaian

De apenas un vistazo, ese paisaje serrano puede parecer similar al de otros tantos. Pero el atractivo de Tandil se esconde más allá de las laderas y el aire limpio que escasea en la gran ciudad.
Basta con viajar 360 kilómetros para comprobarlo, y eso hicimos para llegar allí, donde hace no tanto –apenas 200 años–, esas pampas onduladas eran dominio de los puelches y yaguaretés.
Fue un viaje de descanso, de apenas algunos días, el que hicimos en pleno año laboral. Aunque eso no nos impidió encontrar la esencia que mantiene la ciudad en algunos pequeños retazos, como los muros de piedra construidos por los indios pampas en el siglo XVIII, que se visualizan a la par de los sellos característicos de toda urbe en crecimiento.
Por eso, Tandil ofrece un abanico de posibilidades para quienes buscan encontrarse con nuevas sensaciones no tan lejos de casa. El relax, la aventura, la mezcla de sabores y colores se transforman en una especie de imán para querer volver a visitar ese lugar que no sólo es la cuna de quesos y fiambres.
Claro que la visita al almacén tradicional ”La Época de los Quesos” es obligada, porque no se puede dejar de conocer esa fachada resistente construida en 1860 junto a sus deliciosos productos, cerveza de por medio, obvio.
Pero el bosque encantado, el casco histórico, el Cerro Leones, el Monte Calvario y la famosa Piedra Movediza son espacios más que atractivos para los que buscan adrenalina y/o tranquilidad.
Sí. Una, otra cosa. O las dos cosas juntas, alternadas. Una muestra: ¿cuántas veces hay que parar a descansar para subir los cientos de escalones de El Centinela o recorrer en un lento paseo la fisonomía de las calles que no hacen al trayecto algo singular?
Es un sube y baja constante. Hay que acostumbrarse. Los primeros días lo sentimos en el cansancio notorio de las piernas, aunque por suerte después uno empieza a aclimatarse.
Otra: ¿quién no se ha animado a hacer trekking para llegar a lo más alto posible o mirar con entusiasmo el aeroclub para dar una vuelta en parapente a más de 430 metros de altura?
Pocas cosas parecen más fascinantes que planear con una estructura ligera que se mantiene en el cielo sin motor. Pero por mala suerte no pudimos testearlo porque el viento y el clima no nos ayudaron ninguno de los días de estadía, más allá de que siempre estuvo despejado.
Sin dudas, Tandil promete la frescura de sus atardeceres para los que manejen una, otra u ambas opciones. Ahí radica su ilusión, a sólo tres horas del centro de Buenos Aires en esa ciudad que invita a unas mini vacaciones.
Las nuestras, aquel otoño de marzo fueron insuficientes. Tandil es un territorio inmenso que distingue en el centro de la llanura pampeana, como una de las serranías más antiguas del país, que no se agota en una escueta recorrida de fin de semana.

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